lunes, 14 de junio de 2010

Relajación - Estado de abandono

Al estar acostado en la cama (y te tumbas en la cama todos los días, o sea que no hace falta nada especial), antes de que te invada el sueño, observa con los ojos cerrados la energía que surge de tus pies. Desplázate de ahí, observa solo en el interior. ¿Notas alguna tensión en las piernas, en los muslos, en el estómago? ¿Notas presiones, tensiones? Si notas tensión en alguna zona, intenta relajarla, y no te apartes de ese punto a menos que notes la relajación.
Repítelo con las manos, porque las manos son la mente, están conectadas con la mente. Si tu mano derecha está tensa, estará tenso el lado izquierdo del cerebro. Si tu mano izquierda está tensa, estará tenso el lado derecho de tu cerebro. De modo que fíjate en las manos, son casi las ramas de tu mente, y llega por último a la mente.
Cuando todo el cuerpo está relajado, la mente está relajada al noventa por ciento, porque el cuerpo no es sino una extensión de la mente. Y con ese 10 por ciento de tensión que queda en tu mente, limítate a observarlo, y por el solo hecho de observarlo desaparecerán las nubes. Tardarás unos días; tiene su truco. Y así revivirás la experiencia de la infancia, cuando estabas relajado.
¿Has notado que los niños se caen todos los días, pero no se hacen daño, no se rompen los huesos? Inténtalo!


Un psicoanalista estaba realizando cierto experimento. Puso el siguiente anuncio en los periódicos: “Pagaré una buena suma de dinero a quien esté dispuesto a venir a mi casa y estar con mi hijo durante todo el día, haciendo lo mismo que haga el niño, siguiendo todos y cada uno de sus movimientos”.
Se presentó un joven que se dedicaba a la lucha libre y dijo: “Aquí me tiene, dónde está el niño?”
Pero a mitad del día el luchador estaba hecho polvo. Ya tenía dos fracturas, porque tenía que hacer lo mismo que el niño. Y el niño estaba encantado, que cosa tan rara! Así que daba saltos sin venir a cuento, y el luchador tenía que hacer lo que él hacía; se subía a un árbol y el joven luchador tenía que subirse; saltaba del árbol, y el luchador tenía que saltar. Y eso durante horas. El niño se olvidó de comer, de todo! Le encantaba!
Al llegar la tarde, el luchador se negó en redondo a continuar. Le dijo al psicoanalista: “Puede guardarse el dinero. Ese niño suyo va a acabar matándome! Estoy para que me lleven al hospital. Ese niño es un peligro. No intente el experimento con nadie más.”


Los niños tienen mucha energía y todavía no conocen la tensión. Su cuerpo entero se encuentra en un profundo estado de abandono.

Te invitamos a revivir esta maravillosa experiencia!

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