lunes, 12 de julio de 2010

TAI CHI CHUAN
Palabras

Fuente: Diario La Nación.

Alguien dijo que la diferencia entre un oriental y un occidental es que el oriental tiene la cabeza vacía y liviana y el abdomen muy pesado. Entonces, se siente muy firme y seguro. El occidental, en cambio, tiene el abdomen liviano y la cabeza muy pesada y, por lo tanto, se viene fácilmente abajo.

En nuestra sociedad occidental damos tanta importancia a la cabeza cuando hablamos o pensamos acerca de las cosas que podemos analizar hasta el último fragmento de algo sin por eso llegar a comprenderlo.

Disponemos de tantos artefactos mecánicos para hacer nuestro trabajo que no tomamos en cuenta nuestros cuerpos. Con el fin de recuperar el equilibrio, debemos trabajar con mente y cuerpo en una unidad.

Algunas personas son conscientes de que sus cuerpos necesitan más ejercicio y se ponen a correr, trotar, andar en bicicleta, nadar, y luego dicen: "Bien, ya hice mi cuota de ejercicio". Pero ésta sigue siendo una separación entre el tiempo para el cuerpo y el tiempo para la mente, similar a la separación entre trabajo y juego que la mayoría de las personas experimenta.

Trabajan muy duro de modo de poder tomar vacaciones e ir a un hermoso lugar a descansar y pasarla bien. Esto acarrea nuevamente una escisión en sus vidas.

Trabajar no debería ser una tarea y jugar no debería convertirse en un esfuerzo por divertirse, divertirse y divertirse. Trabajo y juego pueden combinarse. Las actividades no verbales son un modo muy valioso de recuperar el equilibrio y unificar nuestras vidas. Cuando dejamos de hablar, tenemos la posibilidad de abrirnos y ser receptivos a lo que ocurre en nuestro cuerpo y a nuestro derredor.

El tai chi es una de las muchas maneras de disciplinar nuestro cuerpo y de liberar nuestra tensión interna. Puede también ser una manera de permitirle a nuestro cuerpo que nos enseñe, nos acompañe y nos ayude a superar los conflictos con que tropezamos todos los días. Pero como profesor de tai chi he observado que el escollo más difícil que tenemos que superar es el desaprendizaje.
Hay una hermosa historia acerca de un profesor muy erudito que visita a un maestro zen y, después de demostrarle sus conocimientos, le dice que le gustaría aprender budismo zen. El maestro le responde: "¿Quisiera un poco de té?" "Sí", contesta el hombre. Entonces, el maestro vierte un poco de té, pero luego sigue llenando hasta que el té rebasa e inunda la mesa. "¡El té está rebasando!", exclama el recién llegado. "Exactamente, usted viene con su taza llena y rebasando.
De modo que ¿cómo puedo yo enseñarle algo? A menos que venga vacío y abierto, no puedo darle nada." Necesitamos ese tipo de inocencia, ese tipo de ignorancia tanto al aprender como en nuestro quehacer diario.

Al Chung-Liang Huang nació en China, donde comenzó sus estudios de tai chi. Posteriormente, se radicó en Estados Unidos y estudió arquitectura y música. Hoy preside la Fundación del Tao Viviente, dedicada a cultivar la integración de Oriente y Occidente. Aquí, una parte de la introducción de su libro La esencia del Tai chi.

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